
Se va con sus diecinueve años, contadas son sus maletas. En ellas guarda sueños de magia, religión y uno que otro sapo que se convierte en su abuelo. Eso me lo contó en aquel viaje donde el destino del dinero fue incierto y regresamos con una familia desconocida del siglo XXI.
Se va con sus alas negras llenas de comics y letras de Lovecraft. Se lleva lo necesario porque sin saberlo escribe la historia de su vida. Se va, se va y le debemos alcanzar.